El fin del mundo
Esteban Montilla | 10 septiembre, 2015
Saludos deseándoles lo mejor para este día. Un día donde reflexionemos sobre el fin de los tiempos o del mundo como lo conocemos. En el contexto de la fe judeo-cristiana donde se sigue un concepto lineal del tiempo todo tiene su comienzo y su final. La buena noticia es que el designio y la palabra final están en manos de Dios quien se destaca por su sabiduría y su bondad. Desde el punto de vista de la astrofísica a este planeta le quedan unos 7 mil millones de años cuando el calor generado por el sol será tal que terminará con todo vestigio de vida en la Tierra. Además se piensa que la expansión del sol (gigante rojo) sería tal que eventualmente engulliría y destruiría al planeta. Otros científicos sugieren que en unos 100 millones de años pueden ocurrir súper erupciones volcánicas que acaben con la vida. También se sugiere que en unos 500 millones de años un asteroide gigante o planeta dislocado choque con la Tierra poniendo en peligro la vida como la conocemos hoy.
Sin embargo, la resiliencia de este planeta y de la vida en el mismo impresiona en tanto en los últimos 3 mil quinientos millones de años ha enfrentado de manera victoriosa amenazas tales como la glaciación o congelamiento global, los impactos de rocas espaciales, las megas erupciones volcánicas y las letales emisiones nucleares. Hoy parece que la mayor amenaza a la vida del planeta Tierra la representamos nosotros mismos al llevar modelos de vida dominados por la avaricia, la arrogancia y el egoísmo los cuales se traducen en el uso indiscriminado de los recursos energéticos, manejo desequilibrado de las fuerzas nucleares y las prácticas no conservacionistas para con la naturaleza. De cualquier manera este planeta como lo conocemos llegará a su fin y lo más probable es que este final sea catastrófico. El cuándo y cómo ocurrirá nadie lo sabe. La Biblia nos dice que solo Dios conoce cuando llegará el fin (Mateo 24:36).
Conviene entonces no invertir tiempo en especulaciones que solo crean ansiedades innecesarias a la humanidad. La función profética de la iglesia cristiana no consiste en el adivinar el futuro sino en invitar a vivir de una manera más sabia en el hoy, esto es, de acorde con la expectativa o voluntad de Dios la cual se resume en andar en justicia, practicar la compasión y actuar en humildad (Miqueas 6:8). Lo más apropiado es seguir el modelo de vida sugerido por Dios donde las acciones e interacciones de día a día sean movidas por la bondad, la solidaridad y la paz. Este modo de vivir respeta la dignidad de nuestros semejantes, valora la importancia de una convivencia pacífica, conserva los recursos naturales, promueve el bienestar integral del ser humano y el manejo sabio de la naturaleza. Es así que por ahora el fin que ha de pregonarse es el de “un mundo” centrado en el yo, el de una era dominada por el odio, la crueldad, la deshonestidad y la soberbia.
Necesitamos el fin de una manera egoísta de regir al mundo. Necesitamos el fin de una era donde se usa la religión como excusa para cometer atrocidades. Necesitamos como dice el Profeta Isaías ponerle fin a la soberbia de los arrogantes, a la iniquidad de los malvados y al orgullo de las personas que actúan con violencia (Isaías 13:10-11). Hemos de unir esfuerzos para terminar con liderazgos políticos corruptos que usan sus posiciones de influencia para avanzar sus agendas personales destruyendo así el bienestar de las demás personas y alterando el equilibro ecológico de nuestro planeta (Jeremías 5:5, 25-28; Levítico 19:13; Amos 5:7, 10-15). Hemos de unir esfuerzos para neutralizar la influencia de líderes religiosos que usan sus posiciones de poder para explotar, excluir y abusar de la bondad humana (Ezequiel 34:1-10; Malaquías 3:5; Amos 5:16-24).
Hemos de unir esfuerzos para escoger como líderes a hombres y mujeres que nos guíen con justicia, que practiquen la compasión, que tomen decisiones sabias para el bien de todos, que promuevan el desarrollo humano sostenible, que se preocupen por los más desvalidos de la sociedad, que le den preferencia al dialogo y la paz, que estén formados en una gerencia de calidad con equidad, que muestren compromiso ecológico y que tengan a Dios y sus principios de vida como prioridad (Isaías 32:1-8; Efesios 4:1-2; 1 Timoteo 3:1-10; 1 Pedro 1:13-25).
La palabra fin o telos también se refiere al cumplimiento de un propósito, fin como el haber llegado a una meta, fin como el alcanzar la madurez y fin como propósito. En este sentido la fe cristiana cree que los caminos y designios de este mundo están en la mano de Dios. Esto nos da paz en tanto en sus manos el futuro siempre está seguro. Dios actuará para darle fin a un “mundo viejo” y así darle comienzo a un mundo nuevo. Entendemos entonces que acá todo tiene su comienzo y su final, pero, el mañana no nos da ansiedad porque el que cuida por las aves y las plantas también cuidara de nosotros (Mateo 6:34; Filipenses 4:6-7). De manera que el futuro del planeta se lo dejamos en las manos de Dios y mientras ese mañana o fin ocurre haremos lo mejor hoy para reflejar el carácter de Dios tal cual lo hizo Jesús de Nazaret mientras estuvo en este mundo. Al pensar, sentir y actuar como Él lo hizo entonces estamos moviéndonos en la dirección de esa meta última (Filipenses 2:5; Efesios 4:13): “Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios” (Apocalipsis 21:3).