El procreador compasivo y justo
Esteban Montilla | 21 junio, 2021
Los hombres tienen varias vías para llegar a ser procreadores, siendo la más común la reproducción sexual por medios naturales o artificiales. La otra forma se da por medio de la adopción legal o asumida, donde un varón decide fungir como procreador por avenidas distintas a la biológica. En ambas formas, los varones que cumplen con sus funciones de manera idónea hacen una gran diferencia en la sociedad, al formar a hombres y mujeres comprometidos con la justicia, la bondad, la sabiduría y la paz.
Un varón procreador tiene como funciones principales el proteger, cuidar, proveer afecto, promover la sana recreación y estimular al desarrollo integral de sus hijos o hijas. Al ofrecer este tipo de apoyo a sus descendientes, el hombre, además de proteger su banco genético, contribuye al bienestar de la sociedad. Un procreador que atienda las necesidades de sobrevivencia como lo son las de alimentación, el agua potable, el vestido, la casa y la salud, puede crear el ambiente adecuado para un buen desarrollo físico, psicológico, social y espiritual. Así mismo, un varón que se preocupa por las necesidades sociales de su progenie facilita el desarrollo integral de ésta. Estas necesidades sociales incluyen la afiliación u oportunidad de estar en un grupo donde se sea considerado e incluido, en presencia de personas aliadas con quienes pueda desarrollar una relación estrecha, y se le reconozca su poder y aportes a esa agrupación.
En este mismo sentido, el procreador puede procurar el desarrollo trascendental de sus hijos e hijas, creando conciencia, y socializándolos de una manera donde, además de preocuparse por sus propias necesidades, también piensen en el bienestar de las demás personas y del resto de la creación. Esta formación espiritual promueve una convivencia intercultural dignificante, en tanto el grupo celebra su identidad, pero no ve necesario desmejorar a aquella de grupos distintos.
Un procreador, con este compromiso de formación intercultural para con sus hijos e hijas, crea el contexto idóneo para que cada uno ellos dé lo mejor de sí mismo, desarrolle sus potenciales y perpetúe modos de vivir útiles. Un hombre que asume este rol de procreador de manera seria y con un alto sentido de responsabilidad, procura guiar sus pasos y los de su grupo bajo los principios de justicia y amor.
En el momento que un hombre procreador se aparta de estos principios, corre entonces el peligro de promover una cultura de opresión donde, al imponerse, silencia las voces de su grupo, los desempodera, y les desconecta de sus otros puntos de apoyo. Estos hombres pueden hacer mucho daño a la sociedad, en tanto el oprimir a uno significa oprimir a todos. En ocasiones, existen procreadores que pueden convertirse en rivales y hasta en enemigos o depredadores de su propio grupo.
Jesús de Nazaret sugirió mucha cautela al considerar al hombre o varón como padre (dueño del patrimonio), porque este era un lenguaje propio de la esclavitud. En ese contexto, el varón o padre se veía como el dueño de su mujer y de sus hijos e hijas. Esa manera de entender al grupo primario (familia) creaba el cultivo ideal para la explotación, la crueldad y la injusticia: “Y no llamen ustedes padre a nadie en la tierra, porque tienen solamente un Padre: el que está en el cielo” (Mateo 23:8-9, DHH). Es así la palabra procreador cobra mayor importancia en tanto se evita la tentación de que un varón se crea dueño de la vida de sus hijos o hijas y corra el peligro de violentarle sus derechos humanos.
En ese nuevo esquema de agrupación primaria, Jesús de Nazaret planteó la idea de que las personas procreadoras fueran aliadas de sus hijos o hijas. Una persona aliada respeta la libertad de los miembros de su grupo, valora la equidad al evitar favoritismos, fomenta la importancia de la probidad, y promueve las conductas prosociales marcadas por la compasión y el interculturalismo.
En los casos en que un procreador ha estado ausente o se convirtió en depredador, las mujeres procreadoras han tomado ambos roles, y eficientemente han cumplido con el proteger, cuidar, proveer afecto y oportunidades de expansión para con su progenie. En otras ocasiones, otros miembros del grupo como los hermanos, hermanas, tías, tíos, abuelos, abuelas, y personas allegadas de bien, han dado el paso al frente y han dado lo mejor de sí para formar de la progenie a hombres y mujeres como seres llenos de bondad e integridad.
Si bien es cierto que la mayoría de los procreadores están haciendo un buen trabajo en la crianza de sus hijos e hijas (Pew Research Center, 2015) hay casos donde se convierten de depredadores al usar a su progenie para avanzar sus propias agendas y satisfacer sus necesidades existenciales. Estas conductas depredadoras van desde el simplemente coartarles sus libertades, el usar disciplinas agresivas y violentas hasta la explotación comercial, sexual y laboral. De allí la importancia de tomar en cuenta a las personas que han tenido estas experiencias y con sensibilidad evitar causar más heridas al sugerir la idealización de los procreadores. Conviene prestarle atención a la enseñanza del Apóstol Pablo cuando dice que hay que darle honor al que honor merece. “Paguen a cada uno lo que le corresponda: si deben impuestos, paguen los impuestos; si deben contribuciones, paguen las contribuciones; al que deban respeto, muéstrenle respeto; al que deban honor, ríndanle honor” (Romanos 13:7, NVI).
Claro la buena noticia es que son más los procreadores preocupados de manera genuina por el bienestar de sus hijos e hijas y que hacen todo lo posible con proveer un espacio donde su progenie pueda crecer, desarrollarse y trascender. Es de esta manera que este mundo es un lugar más pacífico, más avanzado, más desarrollado, y más pleno, gracias al esfuerzo que estos procreadores han puesto en la creación de un mundo mejor, al criar hombres y mujeres comprometidos con la justicia y el amor: “Por lo tanto, pongan toda su atención en el reino de los cielos y en hacer lo que es justo ante Dios, y recibirán también todas estas cosas” (Mateo 6:33, DHH).
Damos las gracias a esos procreadores que, dentro de sus capacidades, dieron lo mejor de sí para hacer la existencia humana más digna, y así darnos hoy la oportunidad de una convivencia más llena de bondad: “Jesús le dijo: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.” Este es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40 DHH).
Referencia:
Pew Research Center, December 17, 2015, “Parenting in America: Outlook, worries, aspirations are strongly linked to financial situation.”