Una Navidad para celebrar la vida de Jesús de Nazaret

Esteban Montilla | 13 diciembre, 2021

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La Navidad (nativitas—nacimiento) es una fiesta donde se celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret quien fue un judío disidente, un judío de los márgenes tanto por su origen galileo, las circunstancias de su nacimiento y por las enseñanzas que compartía con las personas que le seguían en su ministerio. Él vivió en un momento histórico de la nación conocida hoy como Israel cuando muchos de sus líderes políticos y religiosos colocaban sus intereses personales por encima del bienestar de las personas de ese país.

Estos líderes no creían en una educación que no fuera religiosa, tenían sospechas de los profesionales de la salud, mostraban rasgos de corrupción, usaban la extorsión en la prosecución de sus negocios, promovían la comercialización de la fe y ofrecían una interpretación inflexible de la Biblia Hebrea (Johannes Leipoldt y Walter Grundmann, 1973). Además, las instituciones sociales como la familia eran entendida desde la esclavitud, el templo como una oportunidad económica y el sistema judicial muy parcializado hacia los grupos en el poder (Bruce Malina, 1995). 

A ese mundo llega Jesús de Nazaret en la región marginada del norte conocida como Galilea en donde aún los mismos paisanos dudaban que de allí pudiera salir algo bueno. “—¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? —Ven a ver —le contestó Felipe” … ¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta” (Juan 1:46, 7:52. NVI). Esa sombra de sospecha y actitud de rechazo le acompañó desde el mismo principio aproximadamente el año 4 a.C. hasta su muerte cerca del año 30 d.C. (Deuteronomio 23:1; Juan 8:41). Es así como además de enfrentar las barreras por sus rasgos étnicos y su condición de mamzer (hijo de padre desconocido) también tenía el desafío que provenía de los líderes que lo veían como una amenaza para el estatus quo o para el proyecto religioso y económico que ellos tenían establecido.  

Sepphoris

Es esa cultura se usaban varios idiomas incluyendo el arameo, el griego, el hebreo, el latín y el nabateo. Esa condición multilingüe de la sociedad se puede notar aún en la inscripción burlona que colocaron en la cruz donde crucificaron a Jesús de Nazaret. “Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego” (Juan 19:20, NVI). Su formación amplia es probable que venía por el trabajo de su papá—José el carpintero y constructor—o por la cercanía a la ciudad capital de Galilea llamada Séforis (ciudad construida bajo la cultura greco-romana), la cual estaba apenas a 6 kilómetros de Nazaret (ciudad natal de Jesús por eso se le conoció como Jesús de Nazaret) y gozaba de prosperidad al tener escuelas, gimnasios, teatros, avenidas, una arquitectura envidiable y un centro comercial muy codiciado.

La evidencia interna en los textos cristianos muestra que Jesús sabía leer, escribir, hablaba varios idiomas y conocía bien temas de varias disciplinas del saber (Lucas 4:16; Juan 8:6, 8). “¿De dónde sacó este tal sabiduría y tales poderes milagrosos? —decían maravillados—. ¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María; y no son sus hermanos Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están con nosotros todas sus hermanas? ¿Así que de dónde sacó todas estas cosas? Y se escandalizaban a causa de él. Pero Jesús les dijo: —En todas partes se honra a un profeta, menos en su tierra y en su propia casa” (Mateo 13:54-57, NVI).

Jesús recurre a la literatura apocalíptica hebrea escrita entre el año 200-100 a.C., como lo son el libro de Daniel, el Libro de Enoc, el Libro de Adán y Eva, el Libro de los Jubileos, el Libro la Ascensión de Moisés entre otros, para así reinterpretar las enseñanzas de la Torá (Pentateuco), los Profetas y los Escritos (TaNaK). Estos escritos apocalípticos constituyen la base de las enseñanzas de Jesús de Nazaret y la raíz de la teología cristiana (Blanco, 2013). En estos escritos apocalípticos se encuentran las enseñanzas centrales de su proyecto como el mesianismo, la resurrección de los muertos, la vida eterna, la oración desde otra perspectiva, la adoración como un acto de servicio, la acción maléfica del Diablo, los ángeles caídos, la guerra celestial entre el bien y el mal trasladada a la tierra, el alma o espíritu como entidad capaz de vivir independiente del cuerpo humano, el fin del mundo, el infierno, y la idea de nuevos cielos y nueva tierra.   

Esta nueva propuesta religiosa, llamada reino de los cielos o reino de Dios, tenía como punto de partida llevar una vida personal, social, política, comercial y religiosa que estuviese basada en los principios de la justicia y el amor. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33, VRV60). Para Jesús de Nazaret la Torá se podía resumir en amar a Dios y amar al prójimo. “Jesús le dijo: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el más importante y el primero de los mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a éste; dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo.” En estos dos mandamientos se basan toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40, DHH).

Jesús de Nazaret interpretó su venida como una oportunidad para promover la libertad de los seres humanos. Al iniciar su ministerio hizo eco de las palabras del Profeta Isaías diciendo, “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor… Hoy mismo se ha cumplido la Escritura que ustedes acaban de oír” (Lucas 4:18, 19, 21, DHH).

 

El “anunciar libertad a los presos” fue una declaración muy pertinente en tanto era muy fácil en ese entonces colocar a una persona en prisión aún por cosas muy triviales tales como el contradecir a un líder, reclamar un derecho, o simplemente pensar de forma distinta a la persona en poder. Las prisiones eran materiales, pero las más fuertes la constituían las intelectuales donde se esperaba que las personas no se expusieran a otros conocimientos excepto al que los líderes indicaban. Además, la mayoría (cerca del 90%) de las personas no sabían leer ni escribir por lo tanto se dependía de lo que otras personas pudieran enseñarles (Keith, 2009). Las autoridades religiosas y políticas de esa región conocida hoy como Israel parece que les beneficiaba que su gente no buscara el conocimiento de la historia, la zoología, la botánica, la matemática, la retórica, la astronomía y la medicina. Esta era una de las razones por las que abundaban las supersticiones, las teorías conspiratorias y una visión muy mágica de la vida.

El “dar vista a los ciegos y poner en libertad a los oprimidos” implicaba exponer a las personas a maneras distintas de comprender al ser humano, de entender las relaciones con los paisanos y los extranjeros, de abordar la política, de llevar a cabo la economía y de vivir la religión. Jesús de Nazaret le llamó a ese modelo de vida “reino de Dios” y propuso que era necesario nacer de nuevo o nacer de lo alto, “Te aseguro que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3, DHH). Este nacer de arriba hacía referencia al abrazar un marco teórico, un sistema de valores o prioridades, una forma de vivir, una manera de relacionarse y un modo de practicar la religión basada en los principios de la justicia y del amor.

El celebrar la vida de Jesús de Nazaret apunta a recordar sus enseñanzas, a apreciar su invitación a vivir conforme a la justicia, el amor y la humildad, así como el renunciar a una forma de relacionarse basada en el dominio, el dejar un lado la altivez que nos impulsa a buscar la conexión con las demás personas desde el ventajismo y a resistir la tentación de creernos superior a las demás personas. Este celebrar la venida de Jesús de Nazaret implica también el estar presto para respetar los derechos humanos de las demás personas, el cuidar la creación entera de Dios y un vivir con esperanza al estar seguro de que en este caminar gozamos de la presencia y compañía del Eterno.

En esta Navidad podemos recordar el nacimiento y venida de Jesús de Nazaret a este mundo con un sentido de esperanza en tanto es posible comenzar a “vivir el reino de Dios” mientras estemos acá en la Tierra. “Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado… sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: El reino de Dios ya está cerca de ustedes” (Mateo 10:7, Lucas 10:9, DHH). Esta celebración de la Navidad es una oportunidad para reafirmar nuestro compromiso a imitar su carácter, su voluntad a proclamar la libertad, su determinación para seguir con su proyecto de crear una mejor humanidad aún en medio de tantos desafíos y su valentía para enfrentar las instituciones caracterizadas por la maldad y la corrupción. Que nazca en nosotros ese deseo de pensar, sentir, aspirar y actuar como Jesús de Nazaret.  

En esta Navidad empeñémonos en hacer una realidad la oración del Apóstol Pablo al llevar una vida fundamentada en el amor de Dios. “Pido al Padre que de su gloriosa riqueza les dé a ustedes, interiormente, poder y fuerza por medio del Espíritu de Dios, que Cristo viva en sus corazones por la fe, y que el amor sea la raíz y el fundamento de sus vidas. Y que así puedan comprender con todo el pueblo santo cuán ancho, largo, alto y profundo es el amor de Cristo. Pido, pues, que conozcan ese amor, que es mucho más grande que todo cuanto podemos conocer, para que lleguen a colmarse de la plenitud total de Dios” (Efesios 3:16-19, DHH).

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Referencias:

Bruce J. Malina (1995). El mundo del Nuevo Testamento. Perspectivas desde la antropología cultural. Navarra, España: Editorial Verbo Divino.

Carlos Blanco (2013). El pensamiento de la apocalíptica judía. Ensayo filosófico-teológico. Madrid, España: Editorial Trotta.

Chris Keith (2009). The Pericope Adulterae, the Gospel of John, and the Literacy of Jesus. Leiden, The Netherlands: Koninklijke Brill NV.  

Johannes Leipoldt y Walter Grundmann (1973). El mundo del Nuevo Testamento. Madrid, España: Ediciones Cristiandad.