El encuentro de dos o más culturas como oportunidades para el desarrollo integral
Esteban Montilla | 10 octubre, 2022
Se estima que en el mes de noviembre de este año la población del planeta tierra llegue a los 8 mil millones de habitantes, reflejando así la capacidad adaptativa, la resiliencia y la determinación del ser humano. Los saberes y las tecnologías desarrolladas han permitido a la mayoría de los seres humanos sobrevivir ante las más fieras amenazas, así como el lograr una convivencia más digna, cómoda y pacífica. Esta sobrevivencia y florecimiento se debió también en gran parte al intercambio genético entre varios grupos humanos radicados en lo que hoy llamamos África, Asia y Europa.
Las características aventureras, la curiosidad cultural, los desafíos del ambiente y las realidades de convivencia, llevaron a estos seres humanos, hace unos 30 mil años, a explorar las tierras que hoy llamamos las Américas. Las vías que usaron pudieron ser diversas, incluyendo el aprovechamiento de las glaciaciones que formaron un “puente” de hielo en el Estrecho de Bering, conectando así el continente asiático con el americano (Alaska), la migración costera en barcos, abrazando el litoral de norte a sur, o por otros medios que todavía no hemos descubierto. Lo cierto es que estas migraciones fueron graduales y progresivas.
Los cambios climáticos crearon barreras entre los seres humanos que vivían en Asia, África, Europa y Oceanía, con los que habían venido de esos continentes para esta región. A estos migrantes que se quedaron en esta parte del mundo se les conoce ahora como americanos, indígenas, autóctonos, originarios, nativos o primeros pobladores. Al llegar acá, al igual que los que se quedaron en los otros continentes, formaron comunidades, culturas, civilizaciones e inventaron sistemas avanzados de economía (agricultura, ganadería, textilería), política y educación.
Los avances arqueológicos y genéticos (Ardelean, C.F. et al, 2020; Gibbons, A., 1996; Becerra-Valdivia, L. y Higham, T.; 2020; Pitblado, B.; 2011) indican que estas culturas estaban bien establecidas en este continente desde hace unos 15 mil años. Los vikingos escandinavos (Noruega, Dinamarca) cerca del año 1000 se entrecruzaron con los pobladores del Norte de América específicamente en Canadá, y establecieron asentamientos con sus culturas, arquitectura y sistema organizacional (Kuitems, M., et al., 2022). Las ruinas vikingas de L’Anse aux Meadows (La ensenada de las medusas) en la isla de Terranova (Canadá) atestan la presencia de ellos en el 1020 de esta era. Las personas polinesias (provenientes de las islas en el Pacífico central y meridional), al llegar a este continente aproximadamente en el año 1200 de esta era se mezclaron genéticamente con habitantes de Suramérica (Chile, Colombia, Ecuador), Centroamérica y México (Ioannidis, A.G. et al. (2020).
Más tarde, en 1492, españoles, portugueses e italianos, liderados por Cristóbal Colón, lograron también llegar a este continente. Luego, otros países europeos como Inglaterra y Francia se unieron a estos encuentros e intercambios culturales. A partir de 1507, se comenzó a llamar a este continente América, en honor al cosmógrafo florentino Américo Vespucio (1454-1512), quien propuso el nombre de América para referirse a Sudamérica, pero que más tarde se amplió a todo este “nuevo” territorio.
Este último, fue un encuentro cultural, económico, político, tecnológico y religioso, donde parece que los visitantes confundieron la amabilidad y hospitalidad de los seres humanos anfitriones que poblaban estos territorios con inferioridad. Estos viajeros, turistas y nuevos migrantes tomaron posturas de superioridad, dominio, colonización y de escogidos por la divinidad, lo que los llevó a cometer crueldades como violaciones sexuales, trata de esclavas sexuales, atracos, destrucción de propiedades, sacrilegios religiosos, genocidios o exterminaciones de grupos o de comunidades enteras y el establecimiento de la esclavitud. Estos nuevos visitantes, haciendo uso de nuevas tecnologías, trampas, falsas promesas, amenazas religiosas, crueldad violenta, torturas y técnicas coercitivas de evangelismo, cometieron grandes atrocidades a los seres humanos que vivían acá (Bergreen, 2011). Esto refleja también el daño que pueden infligir líderes políticos y religiosos, quienes usan el poder, la religión y los saberes, para avanzar sus agendas económicas e ideológicas por encima del bienestar de todos.
Esta desgracia regional no sólo ocurrió en el 1500, sino que ha continuado hasta nuestros días, en tanto las actitudes de dominio y superioridad de este grupo de líderes déspotas, como Cristóbal Colón, Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, Fernando Pizarro, Juan Ponce de León, entre otros, se siguen usando y promocionando en la sociedad. Estos líderes actuaban como tiranos despiadados que maltrataban no sólo a los pobladores iniciales de este continente, sino también a los trabajadores correligionarios que vinieron con ellos. Es triste notar que las posturas de estos líderes opresores siguen vivas hasta nuestros días, al escuchar a líderes políticos y religiosos justificar con la Biblia proyectos políticos e historia sesgada, la continuación de la sumisión de los grupos marginados, las ínfulas de superioridad por los privilegiados, el dominio por medio de utopías o falsos proyectos y la demonización de todo aquello que desafíe el estatus quo.
La celebración de encuentros culturales ha de surgir por los beneficios que pueden traer los intercambios e interacciones entre grupos diversos del planeta. Estos encuentros interculturales pueden ser oportunidades de avance en cuestiones de saberes, tecnologías, economía, arte, arquitectura, religión y culinaria, cuando ambos grupos se abordan con humildad, reconocimiento a la dignidad humana, respeto de los derechos, así como también con curiosidad y apertura. Se puede celebrar la vida de los sobrevivientes de esas atrocidades. Se puede celebrar la vida y entrega de muchas personas que se dedicaron a mitigar el dolor y el sufrimiento que causaron estos líderes despiadados, tanto a los pobladores iniciales como a los peones europeos. Se puede celebrar la vida de aquellas personas que decidieron guardar artefactos históricos y registrar estas atrocidades a fin de que nosotros pudiéramos leer hoy, y ser movidos a la compasión y la justicia, al comprometernos a nunca ser partícipes otra vez de este tipo de crueldad.
Celebramos los encuentros interculturales al renunciar a la idea de creernos superiores, al dejar a un lado la ilusión de ser escogidos, al evitar vivir queriendo ser el mejor, sino más bien dar lo mejor de uno, al rehusar el etnocentrismo religioso, al disponerse a hacer un uso sabio del poder, al comprometerse a respetar los derechos humanos de todas las personas, y al no excluir por razones de condición o identidad. Celebramos las vidas de estos primeros pobladores de las américas, mujeres y hombres anónimos, quienes dieron sus vidas para que nosotros hoy podamos vivir con libertad, dignidad y paz. Celebramos la vida de los líderes políticos y religiosos del presente, que se comprometen en promocionar el bienestar integral de todas las personas, dentro del marco de la justicia, el amor y la paz.
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Referencias
Adovasio, J. M. & Pedlar, D. Strangers in a New Land: What Archaeology Reveals About the First Americans (Firefly, 2016)
Ardelean, C. F. et al. (2020). Evidence of human occupation in Mexico around the Last Glacial Maximum. Nature 584, 87–92.
Becerra-Valdivia, L., & Higham, T. (2020). The timing and effect of the earliest human arrivals in North America. Nature, 584(7819), 93–97. https://doi.org/10.1038/s41586-020-2491-6
Bergreen, L. (2011). Columbus: The Four Voyages. New York, NY: Viking/Pinguin Press.
Gibbons, A. (1996). The peopling of the Americas. Science, 274(5284), 31. https://doi-org.blume.stmarytx.edu/10.1126/science.274.5284.31
Pitblado, B. (2011). A Tale of Two Migrations: Reconciling Recent Biological and Archaeological Evidence for the Pleistocene Peopling of the Americas. Journal of Archaeological Research, 19(4), 327–375. https://doi-org.blume.stmarytx.edu/10.1007/s10814-011-9049-y