La muerte: celebrando la vida de nuestros antepasados
Esteban Montilla | 31 octubre, 2022
El ser humano goza de la capacidad de recordar para así escoger mejor en el presente y poder visualizarse en el mañana. Esta habilidad de evocar memorias además de servir como una estrategia de sobrevivencia asiste en la búsqueda de sentido y en el manejo de experiencias dolorosas como la muerte de un ser querido. El duelo, esa experiencia fisiológica ante una ruptura relacional, tiene repercusiones en todas las esferas de la existencia incluyendo lo psicológico, lo social, lo conductual, lo relacional y lo espiritual. Para el manejo del duelo la humanidad ha creado varias estrategias individuales y sociales como lo es el hacer memoria de las personas que nos antecedieron en la muerte.
Una gran mayoría de las culturas existentes escogen un día o varios días del año para conmemorar la vida de las personas que han muerto. Por ejemplo, la celebración del 1 de noviembre como el día de los muertos donde las personas construyen pequeños altares, visitan los cementerios o panteones para limpiar las tumbas, adornarlas con flores y junto a los demás familiares vivientes comer, ingerir bebidas azucaradas y saborear algunos dulces. Esa experiencia de convivencia permite al grupo evocar memorias, recordar momentos que tuvieron con esa persona muerta, honrar el legado que dejaron, el mantener viva su influencia en las nuevas generaciones y así gozar de la compañía simbólica de los muertos.
En el cristianismo desde los años 700-800 d.C. de manera oficial se celebra el Dia de los Muertos (Todos los Santos, Dia de los Santos, de los Mártires)) el primero de noviembre. Claro antes de esa fecha los cristianos celebraban anualmente la vida de los muertos, pero en otros meses. En las religiones aborígenes o elípticas, antes de las imposiciones cristianas, en el mes de noviembre se reunían en los lugares o cuevas donde yacían las tumbas o momias de sus antepasados para compartir la comida, las bebidas, los dulces, celebrar las memorias que tenían de ellos, jugar con los cometas (papalotes, papagayos) y honrar sus vidas. En las culturas originales europeas se le prestaba especial atención al cambio estacional entonces la primera semana de noviembre, donde comenzaba a anochecer más temprano, acostumbraban también a celebrar la vida de las personas que ya habían muerto.
La idea de recordar y honrar a las personas (niños, niñas, adolescentes, adultos y adultos mayores) que han muerto asiste al ser humano en el manejo del duelo, a celebrar la sabiduría ancestral, ayuda a vivir con plenitud el presente reconociendo nuestra naturaleza mortal y a valorar la importancia de vivir en comunidad. Estas maneras saludables de reconocer la muerte y la influencia de los antepasados protegen del uso de conductas erráticas, derrotistas y destructivas como lo son el aislamiento, el uso no sabio de drogas y las prácticas supersticiosas dañinas.
El 31 de octubre como día anterior de la celebración de los muertos se le conoce como la Víspera de los Muertos o Víspera de los Santos (Hallowen, All Hallows) y en este día algunas culturas encienden una vela por cada familiar que haya muerto, preparan los platos y bebidas favoritas de las personas que murieron, toman café o te con pan dulce. También algunos acostumbran a usar el humor tétrico al disfrazarse para que al llegar la muerte a la medianoche no se los lleve. Otros aprovechan esta fiesta de víspera del día de los muertos para invitar a reconocer y procesar los miedos que pueden paralizar a los seres humanos. Uno de estos miedos que junto a la ansiedad pueden agobiar a las personas es el miedo a morir, a dejar de ser. Entonces en los juegos también se incluían el asustar a las demás personas y el hacer trucos para engañar a la muerte como el uso de los disfraces.
Estas prácticas artísticas y folclóricas varían de región a región, pero el punto común de todas es que la muerte es real, les ocurre a todas las personas y que es importante no olvidarse de las aquellos que nos precedieron. El reconocerlos y honrarles asiste en un vivir más humilde y pleno. Estas fiestas nos asisten también al evitar distraernos tanto con los afanes de la vida que olvidemos que somos mortales, que hoy estamos, pero mañana no, que la igualadora, la catrina, la calavera nos espera a todos. Celebremos pues la vida al reconocer la muerte. Celebremos la vida al dar la debida honra a las personas que murieron antes que nosotros.
La celebración de los muertos se asocia con el comer cosas dulces. El comer es símbolo de vida y el dulce representa felicidad. De allí que al celebrar la vida de nuestros antepasados le declaramos al mundo que nos movemos hacia el mañana con la esperanza en Dios y con la inspiración de aquellas personas que nos precedieron en la muerte. Este gozo de saborear un pan representa una invitación a vivir la vida de manera plena porque al final es lo que tenemos. En tanto a todos nos espera el sheol o sepulcro. Así que, como dice el Qohelet: Lo mejor en esta vida es comer bien, beber, pasarla bien con las personas que te aprecian, hacer tu trabajo con alegría, asistir al oprimido, convivir en paz, practicar la justicia, condolerse con los enlutados, ser moderados en nuestro actuar, aprovechar las oportunidades que te ofrece la vida, buscar la sabiduría, apartarnos del mal y guardar los mandamientos de Dios (Eclesiastés 1-12).