La Generosidad y el Diezmo

Esteban Montilla | 19 agosto, 2015

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Saludos deseándoles lo mejor para este día. Un día donde reflexionemos sobre la generosidad y sus beneficios para la salud mental y espiritual. La generosidad o la práctica de dar a los demás lo que es nuestro incluyendo nuestro ser involucra cada una de nuestras dimensiones existenciales tales como lo cognitivo, lo afectivo, lo social y lo espiritual. En este sentido deseamos dar, nos gozamos dando, nos gusta dar, crecemos al dar, mejoramos al dar, dar nos da sentido y propósito, dar nos conecta con los demás, hacemos justicia al dar, en fin damos porque amamos. Este tipo de dar implica que haciendo uso de nuestra libertad y movidos por el amor decidimos compartir lo que es nuestro con otra persona o institución. Este dar, nos protege además del egoísmo, de la compulsión por una excesiva acumulación la cual puede generar desequilibrios en la administración de los recursos disponibles a la humanidad.

La motivación principal para dar lo que tenemos es el amor y consideración por nuestros semejantes. Pero después del amor hay muchas otras razones por la cuales somos movidos a compartir lo nuestro. Entre estas otras fuerzas motivacionales se encuentran la gratitud, la compasión, el ejemplo de otras personas y el sentido de compromiso con el Dador de todas las cosas. El dar también refleja nuestro grado evolutivo de la fe, ya que, el compartir lo que tenemos y lo que somos estamos actuando en la misma dirección del Espíritu (Filipenses 2:1-4). Cabe aclarar que la generosidad se expresa no solo en bienes materiales sino también en referencia a la atención que le brindemos a los demás y al tiempo que le ofrezcamos a nuestros semejantes.

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En el contexto de la Biblia Hebrea los líderes religiosos tenían un compromiso de proveer ayuda a los grupos más necesitados: las viudas, los pobres, los huérfanos y los extranjeros (Deuteronomio 24:17; 26:12-13; Isaías 1:17; Zacarías 7:10; Salmos 146:9). Los levitas, quienes eran los asistentes de los sacerdotes, fueron asignados para que identificaran las necesidades de este grupo y distribuyeran entre las personas que lo ameritaban los donativos que recibían de los agricultores y ganaderos de la región. Estos donativos consistían primariamente en granos, animales, aceite, vino y miel (Números 18:11-18; 2 Crónicas 31:5-6). Era por esto que los levitas vivían entre el pueblo donde funcionaban también como “trabajadores sociales” en el sentido de que sabían quiénes eran los necesitados de la comunidad. Como una medida de transparencia y anticorrupción se les prohibía a los Levitas poseer bienes o tener posesiones (Números 18:20-32; Deuteronomio 14:29; 18:1-2; Nehemías 10:37-39).

Así que los levitas recibían los donativos (representados por el diez por ciento de la producción) y lo distribuían entre los pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros. Los levitas también podían tomar de ese diezmo para su propio sostenimiento alimentario. Además, los levitas tenían que tomar un diez por ciento del donativo que recibían y llevarlo a los sacerdotes que servían en el templo (Números 18:25-32). Los sacerdotes por lo general vivían en sus respectivos hogares fuera de la ciudad pero cada cierto tiempo cuando les tocaba el turno de servir en el templo venían a cumplir con sus labores religiosas y luego regresaban a sus trabajos tradicionales. Por esta razón, los levitas, del diezmo que recibían de parte de los ganaderos y agricultores apartaban un diez por ciento de los productos y lo traían a los sacerdotes para que se sustentaran mientras servían o estaban de guardia en el Templo.

Este plan funcionó por un tiempo, sin embargo eventualmente los sacerdotes convencieron a los levitas que trajeran al templo no solo una décima parte de los diezmos que recibían sino que trajeran todo lo que le traían los agricultores y ganaderos. No sabemos bien que recibieron los levitas a cambio de este negocio pero se asume que a partir de allí ellos fueron considerados no solo ayudantes del santuario sino también sacerdotes. Esto trajo como consecuencia que el deber de cuidar por las viudas, los pobres, los huérfanos y los extranjeros se dejó a un lado. Es por eso que se escriben discursos proféticos duros en contra de los líderes religiosos tal cual lo registra Nehemías y Malaquías quien dice que los sacerdotes robaron a Dios al guardarse para ellos lo que debió ser para las personas más necesitadas del pueblo (Malaquías 1:6; 2:1; 3:5, 9; Nehemías 13:8-13).

Es importante notar que el mensaje que se encuentra en el libro de Malaquías está dirigido a los sacerdotes y levitas. “les pregunto a ustedes, sacerdotes que desprecian mi nombre… Ahora, pues, este mandato es para ustedes, los sacerdotes… (Malaquías 1:6-14; 2:1-9; 3:3-5; 4:4). En el contexto bíblico robarles a los pobres, oprimidos y marginados es robarle a Dios. De allí la indignación de Dios contra los líderes religiosos corruptos que habían desviados los donativos para satisfacción de sus propios intereses en detrimento del pueblo pobre. Dios se presenta como el defensor de los pobres y vulnerables. “No explotes al pobre porque es pobre, ni oprimas en los tribunales a los necesitados; porque el Señor defenderá su causa, y despojará a quienes los despojen” (Proverbios 22:22-23; Proverbios 23:10-11; Deuteronomio 10:18).

Es probable que debido a la corrupción prevalente con el uso de los diezmos Jesús de Nazaret mantuvo la diferencia entre sacerdotes y levitas (Lucas 10:31-32). Los discípulos al seguir el proyecto de Jesucristo abandonaron la idea del diezmo como una obligación para enfatizar la importancia de ser generosos pero como una respuesta de amor (2 Corintios 9:1-15). La Didaje o Enseñanza de los Doce Apóstoles, un libro acerca del manejo de iglesia escrito cerca del año 100 d. C., promovía el dar con corazón agradecido solo a las personas que realmente estuviesen en necesidad y al mismo tiempo esta carta advertía que si algún predicador pedía dinero, salvo para ayudar a un menesteroso, habría que tenerlo como falso profeta (Didaje 1:5-69:6, 12).

Hoy día hay muchas instituciones, agencias comunitarias e iglesias que reciben donaciones o diezmos de personas, de familias y de empresas, y quienes de manera fiel y con un alto compromiso ético distribuyen lo que reciben entre la gente necesitada. Estas instituciones gastan muy poco de las donaciones recibidas en el pago del personal o asuntos administrativos y dedican la mayor parte del donativo para la ayuda directa a las personas pobres. De hecho este es uno de los mejores indicadores para identificar la eficiencia y salud financiera de una institución religiosa o sin fines de lucro. Mientras menos se invierta en gastos administrativos y más llegue a la gente que lo necesita mayor es la eficiencia de esa institución.

Pero el abuso de la generosidad también está presente y lamentablemente algunos líderes, políticos y religiosos, deciden hacer lo mismo que los sacerdotes y levitas hicieron en el tiempo del mensaje de Malaquías; robar al pueblo. La suma en gastos administrativos, específicamente salarios, bonos y vivienda, es abismal dejando solo una cantidad insignificante para la ayuda de las personas más necesitadas. La invitación a estos líderes es la misma: regresa los bienes que le quitaste al pueblo porque robar a los pobres es robarle a Dios. “Ahora, pues, este mandato es para ustedes, los sacerdotes. Si no me hacen caso ni se deciden a honrar mi nombre dice el Señor Todopoderoso, la bendición se transformara en maldición. Los labios de un sacerdote atesoran sabiduría, y de su boca los hombres buscan instrucción, porque es mensajero del Señor Todopoderoso. Pero ustedes se han desviado del camino y mediante su instrucción han hecho tropezar a muchos; ustedes han arruinado el pacto con Leví, dice el Señor Todopoderoso” (Malaquías 2:1-8). Pero por misericordia Dios les enviara su mensajero para que les purifique y así abandonen el camino de la corrupción (Malaquías 3:1,3, 5; 4:4).

La generosidad abre un abanico de oportunidades para crecer, transformarse y hacer la diferencia en esta humanidad. Si bien es cierto que hay personas e instituciones que han usado indebidamente los donativos recibidos, esto, no debe desanimarnos en el dar y en el darnos. No nos cansemos de ser generosos simplemente seamos prudentes al tomarnos tiempo para analizar si realmente hay una necesidad en una persona o institución (Didaje 1:5-6). Si escogemos compartir lo nuestro con una institución o iglesia podemos solicitar se nos indique los registros que muestren cuanto de lo recibido termina llegando a las personas necesitadas. Porque la idea es que nuestros donativos hagan una diferencia en las personas que realmente lo necesitan. En este sentido, el sabio autor del proverbio dice que “darle al pobre es como hacerle un préstamo al Señor; Dios recompensará esas buenas acciones” (Proverbios 19:17). De manera que darle a Dios lo que le corresponde es dar y ser generosos con los demás a fin de que en el pueblo de Dios no haya gente viviendo en la miseria. “Y no habrá menesteroso entre vosotros” (Deuteronomio 15:4).

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La generosidad es también cuestión de equilibro. Damos en función de nuestra realidad o de lo que tenemos. Lo cierto es que no podemos dar lo que no es nuestro y lo que no tenemos. El Apóstol Pablo dice: “No se trata de que otros encuentren alivio mientras que ustedes sufren escasez; es más bien cuestión de igualdad. En las circunstancias actuales la abundancia de ustedes suplirá lo que ellos necesitan, para que a su vez la abundancia de ellos supla lo que ustedes necesitan. Así habrá igualdad, como está escrito: Ni al que recogió mucho le sobraba, ni al que recogió poco le faltaba” (2 Corintios 8:13-15).

En esta última década de la historia de la humanidad es alentador el mirar como un gran número de hombres y mujeres con gran capacidad de dar han decidido compartir con las personas más necesitadas del mundo las riquezas que acumularon. Un ejemplo de esto lo es Warren Buffet y Bill Gates quienes se cuentan entre las personas más adineradas del mundo Ellos decidieron compartir más del 90% de sus capitales a diferentes fundaciones que están ayudando a las personas más necesitadas del mundo con agua, comida, salud, vivienda y educación. Como la generosidad tiene un elemento afectivo es contagiosa y muchas otras personas de gran afluencia económica están siguiendo el ejemplo. Estas personas de alguna manera está ayudando a que el sueño de Dios para este mundo se haga realidad: que no haya pobreza extrema y que cada ser humano viva con dignidad. “Entre ustedes no deberá haber pobres…Y así será, siempre y cuando obedezcas al Señor tu Dios y cumplas fielmente todos estos mandamientos que hoy te ordeno. El Señor tu Dios te bendecirá, como lo ha prometido” (Deuteronomio 15:4-5). Quizá nosotros no tengamos la capacidad económica de Bill Gates o Warren Buffet pero si tenemos la capacidad de ayudar a la persona pobre, a la viuda, al huérfano, al extranjero y a la persona vulnerable que vive en nuestro “vecindario”. Ayudando a una persona a la vez si hacemos la diferencia. “El que es generoso será bendecido, pues comparte su comida con los pobres” (Proverbios 22:9). Es importante notar que la mayor bendición está en el compartir con las personas económicamente más vulnerables.

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Vamos entonces a compartir nuestra alegría, nuestro tiempo, nuestra persona y nuestros bienes con gozo, sabiduría y buena disposición. Seamos generosos al vivir en justicia manteniendo en mente que “el que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará. Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría. Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes. Como está escrito: Repartió sus bienes entre los pobres; su justicia permanece para siempre. El que le suple semilla al que siembra también le suplirá pan para que coma, aumentará los cultivos y hará que ustedes produzcan una abundante cosecha de justicia. Ustedes serán enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión puedan ser generosos, y para que por medio de nosotros la generosidad de ustedes resulte en acciones de gracias a Dios” (2 Corintios 9:6-11).