La muerte de Jesús de Nazaret
Esteban Montilla | 24 julio, 2015

Saludos deseándole lo mejor para este día. Un día donde reflexionemos sobre la muerte de Jesús de Nazaret. Desde su comienzo el ministerio de Jesús fue visto con sospecha en tanto su mensaje liberador representaba una amenaza para el sistema de poder político y económico dominante de ese tiempo. Es por esto que los líderes políticos que representaban al gobierno romano y los dirigentes religiosos de los grupos de fe conectados a la administración pública de ese entonces seguían muy de cerca las actividades de Jesús de Nazaret. Este grupo eventualmente cerca del año 30 d. C. logra acusarlo, procesarlo y condenarlo a muerte bajo el cargo de insurrección contra el gobierno, de fomentar la violencia en la comunidad y de blasfemar al proclamarse Mesías (Lucas 23:2; Mateo 26:1-5). Curiosamente en un sistema de gobierno reconocido por su contribución al derecho el juicio que le hicieron a Jesús de Nazaret estuvo desprovisto de todo tipo de debido proceso.
El mensaje de paz que proclamaba, las acciones sanadoras que llevaba a cabo, las enseñanzas liberadoras que compartía, las declaraciones proféticas en contra de un poder político-económico-religioso que comunicaba y la invitación pastoral a volverse a Dios en vez de ser abrazadas por los líderes fueron usadas como excusas para eliminarlo. La realidad es que la vida y las declaraciones de Jesús de Nazaret resonaban con la mayoría de las personas que habitaban las regiones de Galilea, Samaria y Judea porque ellos sentían el peso de la opresión y la carga de la miseria que imponían las personas en el poder. La gente le creía y por esto la mayoría decidió obviar las mentiras y estrategias de descréditos que el gobierno presentaba en contra de Él. La palabra profética que confrontó a los dirigentes fue clara; ustedes que se les dio la oportunidad de dirigir al pueblo en vez de cuidarlo han velado por sus propios intereses y por eso al final ocuparan el último lugar (Marcos 12: 1-9).
Los intereses de Jesús de Nazaret no estaban en establecerse como la figura política y gerencial que urgentemente necesitaba esa sociedad sino en empoderar a cada persona que le seguía para que se sintiera parte importante del cambio y así asumir un liderazgo de acuerdo a los principios del reino de Dios tales como la caridad, la justicia, la humildad y la paz. “Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago; y hará otras todavía más grandes” (Juan 14:12). Él estaba convencido de que la salida al caos moral, económico, político y espiritual en la cual se hallaba Palestina-Israel era posible si las personas respondían afirmativamente al llamado de Dios de darle una oportunidad de irrumpir en sus vidas.
Los seguidores y amistades de Jesús de Nazaret trataron de persuadirlo para que no siguiera su liderazgo transformador porque de seguro los sistemas de poder lo iban a matar (Lucas 13:31). Sin embargo, Él estaba dispuesto a morir antes que callarse o traicionar sus principios y mucho menos negar el proyecto sanador de Dios. De manera que prefería morir siendo fiel a sus convicciones y a la misión que Dios le había encomendado. Su muerte serviría como vehículo de liberación para todos (Marcos 14:24). Él moriría pero su muerte serviría de semilla desde donde nacerían multitudes de personas que seguirían proclamando la salvación de Dios y haciendo presente su gracia sanadora (Lucas 22:27).
Al darse cuenta que la decisión de matarle por los grupos de poder era más evidente decidió invitar a sus discípulos más cercanos para que compartieran juntos una comida de despedida (Juan 13:1). En esa ocasión Jesús de Nazaret por medio del gesto de lavarle los pies a sus discípulos les estaban dando una demostración tangible de la importancia de que ejercieran un liderazgo distinto al ofrecido por la clase dominante de ese entonces que se centraba en usar a las personas para satisfacer necesidades personales. Por lo contrario Él les indicó que una persona líder es aquella que pone los intereses de su gente por encima de los suyos (Juan 13:12-17).
Los líderes políticos y religiosos comprometidos con la corrupción lo condenaron a la muerte de cruz para así supuestamente disuadir a cualquier otra persona que se atreviera a desafiar su poderío (Juan 19:1-16). La crucifixión como estrategia de aplicar la pena capital era unos de los suplicios más terribles al que se pudiera someter a un ser humano. Esto revela hasta que nivel puede llegar la crueldad en los seres humanos cuando deciden apartarse de todo principio de vida dado por Dios y entregarse al reino de la maldad. La crucifixión era una muerte lenta donde gradualmente, por el tipo de tortura que implicaba, el dolor aumentaba hasta llegar a niveles intolerables donde finalmente cada órgano cesaba sus funciones. Esta agonía de cerca de 7 horas termina a las 3 de la tarde de ese viernes cuando “Jesús dio un fuerte grito, y murió” (Marcos 15:21-47). Este tipo de muerte horrible era reservada para las personas esclavas. De allí que Jesús de Nazaret, el gran liberador, irónicamente muere como esclavo para liberar a la humanidad de los poderes de la maldad. Que fidelidad admirable. Que confianza tan extraordinaria en el amor de Dios. Ciertamente decimos sí. Seremos esas semillas que seguirán expandiendo su visión de la vida y del reino. Si, hoy nos volvemos a Dios.