La música y el arte como práctica espiritual

Esteban Montilla | 20 agosto, 2015

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Saludos deseándoles lo mejor para este día. Un día donde reflexionemos sobre la música y el arte como una práctica para el crecimiento espiritual. La búsqueda de experiencias religiosas que lleven a alcanzar una renovación espiritual, trance, éxtasis o experiencia mística ha estado presente desde el comienzo de la historia humana. Para lograr este estado de profunda lucidez hemos usado la ingesta de bebidas tales como el peyote y otras sustancias alucinógenas, las laceraciones corporales y la exposición a gases provenientes de las cuevas como el caso del oráculo de Delfos que llevaba al líder religioso hablar en lengua. Entre los cristianos se ha preferido otras maneras de llegar a una experiencia de éxtasis tales como el uso del ayuno, la vigilia, la danza, la música, el arte y la contemplación.

La música es un lenguaje que sirve como vehículo para trasmitirle a Dios el pensar y el sentir humano, pero, a la misma vez funciona como canal para recibir su gracia sanadora y transformadora. La música tiene una gran diversidad de funciones incluyendo la de entretener, celebrar las experiencias de gozo, lamentar las pérdidas, sanar los corazones quebrantados, alegrar la vida de los afligidos, inspirar a los seres humanos, denotar los momentos nodales de la existencia humana, comunicar un mensaje, preparar al ejército para la batalla, encantar a los demás, aliviar el dolor, promover el crecimiento orientado hacia la producción, manifestar sentimientos de afecto, expresar las frustraciones de la vida, denunciar las injusticias, cambiar el destino social político opresor en los pueblos y promover el bienestar integral de la humanidad.

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Estos múltiples roles de la música en la vida de los seres humanos, atestan de su importancia en la formación y trasformación de todas las sociedades. En cada época, en cada región y en cada grupo étnico la música siempre ha estado presente. La Biblia habla de los diferentes instrumentos que se usaban en la cultura hebrea para generar la música entre los cuales se encuentran el shofar o cuerno, la trompeta, el arpa, la lira, la flauta, el tambor, las campanas, el tamborín, las maracas, los címbalos y la batería (Genesis 4:21;31:27; Nehemías 4;18-20; 2 Samuel 5:5; Isaías 5:12; Salmos 98:6; 150; 1 Corintios 13:1). Estos instrumentos tocados a modo individual o coral, daban lugar a la música para las actividades religiosas, para las celebraciones, para las ocasiones de luto y para las diligencias de guerra.

El arte, es otro medio de acercarse y profundizar la relación con Dios. Éste puede preparar el cuerpo, la mente y el espíritu para entrar por medio de la imaginación en las profundidades de los misterios de la eternidad. Los detalles en términos de espacio, forma, colores, textura, vacío y dimensión conducen de manera gradual a los departamentos del ser interior inaccesibles a la razón; y, desde allí, se puede apreciar con plenitud la presencia divina. Este encuentro como un éxtasis nos ayuda a trascender lo visible para penetrar a través de la creatividad todo aquello que está más allá de nuestra realidad pensante. El diálogo interior que se genera gracias a estos encuentros con el arte, puede dar sanidad al cuerpo, ánimo al espíritu, equilibrio a la mente y paz al alma. En esos diálogos con el arte el tiempo se convierte en un aliado y, de ese modo, nos podemos liberar de las preocupaciones propias de una sociedad agitada y muy pendiente de la productividad. Este encuentro, además de conectar lo divino con lo humano, permite que se aprecie la historia, el ayer, el pasado, y, así conseguir las fuerzas para proyectarse en el futuro.

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Estos diálogos con el arte abren también las ventanas del corazón de los artistas donde podemos leer sus narrativas de alegría, de dolor, de lucha y de esperanza. En este sentido, el arte es una puerta para ver los distintos modos que las personas usan para darle sentido a la vida, para conseguirle significado a las experiencias de dolor y sufrimiento, para trascender la mortalidad y para enfrentarse al mal. Estas experiencias informan e influyen la manera como nosotros le damos sentido a nuestra existencia y nos conectamos con lo que trasciende.

En sí, el arte como parte de una disciplina religiosa, nos asiste en la adoración a nuestro Creador en espíritu y en verdad. En ocasiones el arte como símbolo que apunta a una realidad se ha llegado a confundir con ésta convirtiéndose así en objeto de adoración porque se piensa que lo divino está en la forma. Esto es parte de esa necesidad del humano de tener medios concretos para conectarse con lo intangible, con lo abstracto, es decir con Dios. Los íconos, sin embargo, son medios por excelencia para comunicarse con lo sagrado. El arte alumbra, ilustra y da serenidad. Además, el arte puede servir como instrumento pedagógico para promover en los educandos la creatividad, el empoderamiento y la determinación para construir una mejor sociedad; una sociedad que debe estar basada en los principios éticos del respeto y del buen vivir.

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