La Navidad como símbolo de liberación

Esteban Montilla | 22 diciembre, 2020

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La Navidad como una fiesta de comunión

La Navidad es una celebración que ha trascendido lo religioso al convertirse en una oportunidad social porque reúne a los parientes y amistades cercanas para juntos cocinar, comer, cantar, contar experiencias vividas e intercambiar regalos. Esta fiesta se remonta hacia los inicios del año 300 d.C. cuando algunos líderes cristianos de ese entonces decidieron por razones teológicas y contextuales enfatizar el nacimiento de Jesús de Nazaret.

Esos teólogos cristianos querían afirmar que la persona creadora de esta nueva religión llamada cristianismo fue un ser humano histórico y real. Además, aprovecharon para conectar el nacimiento de Jesús de Nazaret con la celebración de varias fiestas conocidas en esa región. Los romanos celebraban Las Saturnales, una fiesta que duraba 7 días comenzando el 17 de diciembre donde había mucha carne fresca porque los ganaderos sacrificaban animales en preparación para la estación del invierno y así abundaba la variedad de comidas las cuales compartían los miembros de la aristocracia con la plebe, con diversos espectáculos de entretenimiento e intercambios de regalos. Esta fiesta era una oportunidad de vivir en comunión poniéndole una pausa a todas esas barreras sociales que les separaba.

Otra celebración popular en ese entonces era la Fiesta a Mitra, esta a su vez la conectaban con el evento del Invencible Sol (Natalis Solis Invicti), y así el 25 de diciembre era una festividad apoteósica con música, bebidas, comidas, juegos, luces y regalos. El punto de esa fiesta era celebrar la luminosidad, la victoria de la luz sobre la oscuridad y la esperanza: después de una larga noche vendría un nuevo día resplandeciente. En esa parte del mundo el Solsticio de Invierno (noche larga y el día con menos luz), ocurría el 25 de diciembre. Las personas encendían antorchas y lámparas el día 24 de diciembre para ayudar al sol en su lucha contra la oscuridad que arropaba la Tierra, y al amanecer el 25 de diciembre con un sol resplandeciente las personas aclamaban que una vez más el sol, la fuente de vida había derrotado las tinieblas. Así esta celebración les permitía a los miembros de esa sociedad ponerles una pausa a los prejuicios sociales para juntos disfrutar el calor generado por el sol y la hermandad.

Los cristianos de ese tiempo veían precisamente en Jesús de Nazaret el mas claro ejemplo de alguien que vivió para incluir, para vincular unos con otros y para celebrar la comunión en la diversidad. De manera que hacer coincidir la fecha central de estas fiestas del 25 de diciembre con el nacimiento de Jesús de Nazaret fue una estrategia de alcance muy bien pensada y oportuna. Esa decisión le permitió a esta nueva religión afirmarse como una fuerza de fe en ese territorio y a partir del 300 d.C. esta religión cristiana logró el reconocimiento en la sociedad y el acceso al poder que antes se le había negado. Pero, además, con esa conexión se logró el presentar a Jesús de Nazaret como ejemplo de un vivir pleno, libre, justo, bondadoso y noble. Esta religión poco conocida tuvo una oportunidad de hacerse presente en los diferentes quehaceres de esa sociedad.



Una propuesta religiosa muy particular

Esta nueva religión que había iniciado Jesús de Nazaret junto a sus discípulos tenía en sus comienzos creencias muy distintas al judaísmo bíblico tradicional en tanto se propuso una religión sin templo, sin santuario, sin sacrificio de animales, sin sacerdotes, sin diezmos, sin cadenas intelectuales, sin exclusión, sin fronteras y sin estructuras sociales demagogas. Estas características hicieron esta nueva propuesta religiosa muy atractiva para las personas que valoraban el interculturalismo. Sin embargo, esta religión naciente por razones políticas, económicas y presiones culturales tuve que ir adaptándose a su contexto y en el proceso incorporó creencias y prácticas rituales que antes no había considerado.

El revisar la propuesta de vida que inicialmente enseñó Jesús de Nazaret puede ser muy liberadora en tanto hoy se vive una realidad social muy parecida a las de su tiempo. Es decir, existen líderes religiosos que se creen dueños únicos y plenipotenciarios de la verdad. Este grupo se esconde detrás de un celo religioso mórbido cierra las puertas a la ciencia mientras abre los portales a la magia y al encanto. La extorsión religiosa por medio del miedo y de promesas engañosas son cada vez mas comunes. El uso de la religión por políticos inescrupulosos y populistas ha dado paso a la apatía religiosa e indiferencia política en un gran número de personas en la sociedad. Un número considerable de comerciantes, inversionista y prestamistas usan medios injustos para maximizar sus ganancias en detrimento de las personas más necesitadas de la comunidad. En resumen, pareciera entonces que la noche es muy larga, y que la oscuridad permanece por más tiempo del necesario. Entonces necesitamos otra vez la Navidad y así permitir que la luz de Dios se sobreponga al oscurantismo intelectual, religioso, político y económico.

La navidad como invitación al crecimiento integral

Hoy una vez más se necesita la acción salvadora de Dios para animarnos a pasar de la oscuridad a la luz y de la ignorancia al conocimiento. Se necesita la acción salvífica divina que nos mueva a decirle si a la educación, si a la justicia, si al amor y si al nuevo nacimiento. Se precisa del acto liberador del Creador para liberarnos de las enfermedades del alma tales como el deseo de dominar a las demás personas, del fanatismo religioso, de la mediocridad creciente, de la exclusión social y de la corrupción vestida de éxito.

Hoy necesitamos la navidad para recordarnos que es posible vivir a plenitud al pensar, sentir y actuar basados en el amor y la justicia. Hoy necesitamos a la navidad que nos hace la invitación a ser inclusivos al celebrar la diversidad humana y cultural, al promover la dignidad de los varones y de las hembras, de los nacionales y de los extranjeros, de las personas ricas y de las pobres, de las personas con discapacidades y de las personas de sexo diverso. Hoy necesitamos que Jesús (que significa Dios salva) nos salve de la arrogancia religiosa, del etnocentrismo y de la pereza intelectual. Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) presentan de manera clara como esta salvación se puede llevar a cabo.

El autor del Evangelio según Mateo decidió usar un género literario poco común hoy como lo es la genealogía para hablar de Jesús de Nazaret. Este escritor inspirado, sin embargo, a diferencia de otros autores usa los nombres de personajes reales que si existieron para describir las ascendencia genética y cultural de Jesús de Nazaret. Es probable que una de sus razones para abordar ese género literario de esa manera fue afirmar que estaba haciendo referencia a un ser humano real, un hombre concreto, un ser histórico que tenia sus conexiones con Abraham y con David. Un detalle por demás interesante es que este evangelista decide incluir el nombre de mujeres en la genealogía. Haciendo uso de su creatividad hace una división histórica teológica que abarca tres grandes periodos colocando a nombres de mujeres en cada uno de ellos.

Las mujeres que este autor decide incluir tenían un trasfondo cultural muy diverso en tantos algunas eran extranjeras y otras provenían de familias no tradicionales. Estas mujeres eran Tamar (Génesis 38), Rajab (Josue 2), Rut (Rut 3), Betsabe (2 Samuel 12) y Maria (Mateo 1). El escritor inspirado además de señalar con este gesto que Jesús de Nazaret tiene sangre de la nobleza judía también es una persona bicultural familiarizado con las personas que viven en los márgenes. Este ser humano concreto e histórico con su claro mestizaje cultural y étnico representa la esperanza de reconciliación para una humanidad dividida y marcada por la exclusión. La inclusión de estas mujeres deja claro que la pureza racial no existe, que Abraham era una persona intercultural, que David tenía sangre de varias razas y que la hibridez de Jesús de Nazaret era precisamente la esperanza de reconciliación y el punto de encuentro para la comunión.

Este enviado de Dios con un trasfondo cultural diverso nos salva de todo aquello que nos aparta del bien, de la paz, de la justicia y del amor. “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21 NVI). Es así como aceptar las premisas de vida de Jesus de Nazaret implica renacer o abrazar una manera más noble de entender y relacionarse con el ser humano y el resto de la creación. Este paso renovador nos salva de la tiranía de creernos superiores, de la desesperanza y de una vida inútil (2 Pedro 1:1-8). Jesús de Nazaret nos salvó, nos sigue salvando y nos salvará.

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