La salud mental y la espiritualidad ante la pandemia Covid-19
Esteban Montilla | 5 abril, 2020
Introducción
Las enfermedades son realidades que acompañaban a todos los seres vivos desde su comienzo hasta su deceso; así que, entonces, lo único que se necesita para enfermarse es el estar vivo. Los seres humanos son afectados por un sinnúmero de enfermedades las cuales tienen diferentes orígenes incluyendo malformaciones genéticas, alteraciones metabólicas, propagaciones parasitarias, accidentes, intoxicaciones, e infecciones provenientes de bacterias, hongos, priones y virus.
De las enfermedades citadas, las infecciones causadas por virus son un tanto difíciles de tratar porque éstos, en sí, no son seres vivos, sino cadenas proteicas que al entrar en una célula cobran vida y comienzan a multiplicarse de manera muy acelerada, dándose el caso que estas entidades toman prácticamente el control total de la célula que les hospeda. Por lo general, el sistema inmunitario, que defiende al organismo, los detecta a tiempo y elimina estos patógenos virales, pero, en ocasiones, la agresión es tal que afecta a las células y enferma al organismo como un todo. Por su parte, el sistema inmunitario se defiende de estos ataques virulentos desarrollando anticuerpos, los cuales se adhieren a las proteínas de la superficie exterior que compone al virus, impidiéndole así la entrada a las células huéspedes; pero si el virus cambia la superficie exterior, entonces puede pasar desapercibido o burlar al sistema defensivo.
La cadena proteica que constituye al virus puede ser ADN o ARN, y los virus con cadena proteica ADN no son tan eficientes en la multiplicación o mutación como aquellos donde el material genético está codificado con ARN. Entre los virus cuyo material genético está codificado como ADN se encuentran el virus del papiloma humano (VPH), el virus de la varicela, el virus herpes, y el virus de la hepatitis B. Los virus cuyo material genético proviene del ARN incluyen los virus del género rotavirus, el virus de la influenza, el virus de la hepatitis A, el virus de la fiebre amarilla, el virus de la rabia, el virus de la gripe, el virus del sarampión, el virus del ébola, el virus del VIH y el coronavirus.
El Coronavirus
Al Coronavirus se le denomina así porque, en 1968, al ser inicialmente observados en el microscopio, se pudo ver que tenían unas puntas agudas que semejaban la corona o aura solar. Este tipo de virus es clasificado por los expertos en virología en cuatro géneros: Alfacoronavirus, Betacoronavirus, Gammacoronavirus y Deltacoronavirus, los cuales infectan a las aves y a los mamíferos. El coronavirus ha formado parte de la realidad humana desde hace unos 10 mil años (Wertheim. O. J. et al, 2013), y, hasta ahora, se han identificados siete tipos que pueden afectar a los seres humanos: el 229E (Alfa coronavirus), el NL63 (Alfa coronavirus), el OC43 (Beta coronavirus), el HKU1 (Beta coronavirus), el MERS-CoV (Beta coronavirus), el SARS-CoV (Beta coronavirus) y el COVID-19.
Los coronavirus afectan primariamente al sistema respiratorio hasta el punto de comprometer la vida; las versiones previas de coronavirus como el 229E, OC43, NL63 y HUK1 se han asociado con el resfriado común. En este siglo XXI los coronavirus han afectado de manera marcada a la humanidad siendo el primero de estos el SARS-CoV (Síndrome Respiratorio Agudo Grave), el cual surgió en la China y afectó en el 2002 a más de 8000 personas en 32 países y causó la muerte de 774 seres humanos. En el año 2012 se presentó otro brote de coronavirus el cual se identificó como MERS-CoV (Síndrome Respiratorio del Medio Oriente-CoV), y éste apareció en Arabia Saudita afectando a unas 2494 personas y causando la muerte de 858, quienes en su mayoría vivían en el medio oriente (WHO, 2019).
Pandemia Coronavirus (Covid-19)
Se habla de una pandemia cuando una enfermedad afecta a personas de varios países y en diferentes continentes. En los dos últimos siglos (XX y XXI), la humanidad ha enfrentado varias pandemias incluyendo la gripe/flu española, en 1918, la cual se originó en Kansas, EEUU, y de allí se propagó al continente europeo, donde en un año murieron cerca de 50 millones de personas; el virus de la Gripe/Flu/Influenza Asiática/Aviar (H2N2), desde 1956 a 1958 cobró más de 2 millones de vidas; el virus VIH que causa el SIDA, identificado a finales de 1970 en Congo, África y convirtiéndose en una pandemia en el año 1981, matando a más de 36 millones de personas, y la Gripe A (H1N1) 2009-2010 que se originó en México y afectó a más de un millón de personas en el mundo causando la muerte de unos 18 mil individuos.
La cepa nueva de Coronavirus (Covid-19) surgió en la ciudad de Wuhan, China, donde en noviembre de 2019 el virus pasó de animales a los seres humanos. Este virus, Covid-19, se puede contagiar de persona a persona, causando problemas respiratorios con una sintomatología que puede incluir tos, fiebre, dolor, fatiga y dificultades respiratorias. El contagio puede ocurrir cuando partículas del virus son expulsadas de una persona infectada al estornudar o toser, y penetran a través de la boca, nariz o los ojos de los individuos cercanos; de allí, viajan al sistema respiratorio incluyendo los pulmones, punto en el que causan el mayor daño. También la infección puede tener lugar cuando un individuo toca una persona o superficie infectada, y, luego se toca la boca, nariz u ojos. (https://coronavirus.jhu.edu/map.html).
Estrategias de protección y diagnóstico
La mejor manera de evitar el contagio es mantenerse en casa, comer bien y balanceado, mantenerse hidratado, lavarse frecuentemente las manos con jabón, desinfectar superficies que usted u otra persona tocan, evitar tocarse la boca, nariz y ojos sin antes lavarse las manos con agua y jabón por unos 20 segundos; asimismo, es importante mantener una distancia de por lo menos dos metros entre usted y otra persona, evitar estar cerca de personas infectadas por este virus, y, si hay necesidad de salir de su casa para estar en contacto con otras personas es muy importante cubrirse la boca, nariz y ojos con los protectores indicados. Ahora bien, es muy importante por razones de salud y legales, revisar la página de la ciudad, el estado y del país donde vive, a fin de seguir los lineamientos que estas instituciones le están sugiriendo a la comunidad.
El diagnóstico comienza en casa, por lo que si usted nota que tiene fiebre, tos, fatiga y dificultades para respirar necesita contactar a su médico vía telefónica, o a través del correo u otro medio electrónico. Es muy importante que durante este periodo usted mismo se coloque en una cuarentena de por los menos 15 días, evitando salir y tener contacto con otras personas. El profesional de la salud que contacte le indicará si es necesario que usted se haga la prueba de diagnóstico y dónde. Si así procede, el personal de laboratorio le tomará una muestra (esputo u otra secreción respiratoria, o sangre) la cual analizarán para detectar el código genético del virus o presencia de anticuerpos específicos. Los resultados estarían disponibles en las plataformas de los laboratorios en un espacio de 15 minutos a dos horas, dependiendo del caso. https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/symptoms-testing/index.html
Tratamiento del Coronavirus-19
Hasta este momento, no hay ningún tratamiento específico para tratar esta enfermedad. Lo mejor es seguir las instrucciones que le sugiera el personal médico. Es importante que una persona afectada por la enfermedad de coronavirus-19 se alimente bien, se mantenga hidratada, descanse y duerma las horas necesarias; es recomendable que utilice humidificadores, se dé baños con agua tibia, esté muy atento al progreso de los síntomas y, si presenta dificultades para respirar, conviene volver a contactar al médico, quien pudiera recomendar aplicar oxígeno u otros procedimientos para ayudarle a respirar mejor.
La mayoría de las personas afectadas por esta enfermedad pueden recuperarse en casa siguiendo las sugerencias del profesional de la salud. No es sabio seguir información de supuestos medicamentos especiales que tratan esta enfermedad. Tampoco conviene el estar tomando remedios naturales que más bien pueden afectar la dinámica de recuperación del organismo humano. Si hay síntomas de incomodidad, es mejor seguir las pautas médicas indicadas.
Una vez que una persona se recupera de la enfermedad desarrolla los anticuerpos y entonces ya no habría peligro de volverse a contagiar. Hasta este momento no existe una vacuna para la prevención de esta enfermedad; se espera que la comunidad científica tenga, hacia finales de este año, dispuesta la vacuna contra este virus; pero mientras llegue ese momento, es de capital importancia seguir las sugerencias del sector de salud pública y de su médico.
Si a usted le toca cuidar una persona con esta enfermedad es importante que siga las medidas de precaución para evitar el contagio. La persona enferma debe tener su propio cuarto, su propio baño (si hay un solo baño tiene que ser desinfectado antes y después de cada uso), usar si es posible tapa bocas cada vez que esté alguien en el cuarto; la persona cuidadora debe usar guantes, tapabocas y lentes amplios, desinfectar todas las superficies que toque, y evitar tocarse la boca, nariz y ojos sin antes lavarse con agua y jabón por lo menos por 20 segundos. Los aparatos electrónicos (teléfonos, tabletas, computadoras, control remoto) han de ser frecuentemente desinfectados; toda la ropa debe lavarse cada día y no reusarse sin haberse lavado; la persona que cuida ha de tratar de mantener la distancia de dos metros respecto del paciente; los cubiertos y platos usados debe lavarse con agua caliente y detergentes; la ropa, la toalla, los utensilios, platos, tazas y vasos usados por el paciente han de ser sólo de su uso personal. La persona cuidadora no ha de comer junto al paciente, la basura se tiene que sacar cada día, se ha de prohibir toda visita, y se ha de seguir muy de cerca lo indicado por el departamento de salud y por el médico tratante. Para más información, puede visitar la siguiente página oficial del departamento de salud de los EE. UU. (https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/if-you-are-sick/care-for-someone.html)
Teologia de las Pandemias
Las epidemias y las pandemias han sido terreno fértil para las especulaciones, las teorías conspiratorias y las posturas apocalípticas. Es de capital importancia mantener la calma, distanciarse de las especulaciones y dejar un lado el sensacionalismo. Por su lado, conviene echar mano de una fe que busca entender, y de una espiritualidad con sentido de responsabilidad.
En la fe cristiana se enfatiza la importancia de estar listo para la segunda venida de Jesucristo quien prometió que volvería, pero no dio fecha específica de su regreso. Sin embargo, ÉL sí les indicó que estuviesen pendientes de las señales, las cuales incluían los rumores de guerra, desastres naturales y epidemias. “Habrá grandes terremotos, hambre y epidemias por todas partes, cosas espantosas y grandes señales del cielo” (Lucas 21:11, NVI). Entonces, la aparición de una epidemia despierta el ánimo por todo lo que tiene que ver con lo espiritual y lo religioso. Esta pandemia de la enfermedad coronavirus (Covid-19) ha llevado a la humanidad a repensar las posturas existenciales tradicionales.
Para responder a la pregunta respecto de dónde viene esta epidemia, entonces se recurre a la ciencia, la cual claramente ha identificado el agente patógeno originador de esta enfermedad: un coronavirus que había estado por millones de años en las aves y en los mamíferos, pero que, esta vez pasó de un mamífero al ser humano debido al manejo inadecuado de animales salvajes que se cazan para la venta como animales exóticos o como comidas exquisitas y muy particulares. Así entonces, a diferencia del pasado, cuando se desconocía la existencia de los virus y priones, y se atribuía la presencia de estas pandemias (plagas o pestes como se le denominaba antes) a las acciones de seres sobrehumanos como dioses, espíritus o demonios, hoy la ocupación teológica está más pendiente del cómo entender la presencia y el impacto de esta enfermedad pandémica a través de los lentes de la fe.
Una pregunta teológica en esta dirección invita a reevaluar la premisa del dominio sobre toda la creación que se ha atribuido el ser humano, y sobre todo al varón. A esta postura de enseñorearse se le trata de justificar desde la primera narrativa de la creación, en la que se sugiere que la humanidad ha de dominar al resto de la creación. “Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo” (Génesis 1: 26). Una actitud de dominio puede contribuir a la altivez humana en tanto se posiciona como el señor de todo lo creado y, en vez de abordar a las demás criaturas como parientes, las conceptualiza como objetos y subalternos. Esta postura de dominio le roba la oportunidad al ser humano de disfrutar la belleza de la cooperación, la comunión y la hermandad con toda la creación de Dios.
Tal vez conviene retomar la propuesta de la segunda narrativa de la creación donde se presenta al ser humano como el cuidador y cultivador del planeta tierra. “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el Jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15, NVI). Esta pandemia puede ser una oportunidad para el reencuentro del ser humano con la flora, la fauna, las montañas, las rocas, las estrellas y las galaxias. Este reencuentro entre las diversas criaturas de este mundo puede dirigir a la humanidad a una comunión o intimidad más estrecha con nuestro ancestro común: El Creador y Sustentador de este universo.
Es oportuno también el abrazar y fortalecer la humildad en tanto este virus ha desvelado una vez más la fragilidad del ser humano. Algo tan diminuto como un virus pone en jaque la existencia y convivencia humana como se conoce; y entonces esta enfermedad del coronavirus 19 hace notoria la mortalidad de los seres humanos. En las palabras del Qohelet, “los vivos saben que han de morir” (Eclesiastés 9:5). Ciertamente la muerte o cese total de todos los órganos que componen el ser humano es una realidad inevitable común a todas las personas; “¡Y ni siquiera saben lo que mañana será de su vida! Ustedes son como una neblina que aparece por un momento y en seguida desaparece” (Santiago 4:14, NVI). La expectativa de vida se ha podido aumentar hasta llegar a que las mujeres vivan 82 y los hombres cerca de 78 años. Sin embargo, una enfermedad agresiva como el Covid-19 puede acelerar de manera vertiginosa la muerte en niños, niñas, jóvenes adolescentes, adultos y adultos mayores.
La perspectiva cristiana sobre la muerte, como algo temporal, y la resurrección como la vía hacia la vida otra vez, llena de esperanza a las personas en duelo por el deceso de un ser amado. “Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se entristezcan como una persona sin esperanza. ¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús” (1 Tesalonicenses 4:13-14). El compromiso consiste, entonces, en vivir en el presente dentro del marco de la justicia y del amor de Dios, a fin de poder tener una convivencia marcada por la paz y la armonía.
Esto es aún más real porque nuestro cuerpo es todavía susceptible a todas estas enfermedades y asimismo a la muerte. “Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido devorada por la victoria” (1 Corintios 15:34, NVI). Conviene así evitar actitudes de presunción y arrogancia al tentar a Dios a que nos proteja por encima de la indiscreción y el buen discernimiento que ha de acompañar a toda persona cristiana. “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus manos, para que no tropieces con piedra alguna’. Jesús le contestó: También dice la Escritura: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” (Lucas 4:10-12, DHH).
Otra pregunta teológica que también surge en tiempo de pandemias es cómo se puede vivir la cristiandad en este momento de angustia e incertidumbre. El impacto de una pandemia como la generada por la enfermedad Covid-19, abarca el aspecto social, lo emocional y lo espiritual de una persona y de su grupo. Las personas con mayores desventajas son aquellas que viven de lo que producen día a día, semana a semana y mes a mes. En algunos casos se agudiza la seguridad alimentaria comprometiéndose así de manera más marcada el sistema inmunitario, lo que, a su vez torna más vulnerables a las personas que viven en los márgenes de la sociedad.
El cristianismo, que nace como un movimiento religioso para asistir al más necesitado, tiene una gran oportunidad de demostrar la esencia de esta fe. “La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo” (Santiago 1:27, NVI). Jesús de Nazaret, resumiendo el corazón de la fe de este nuevo grupo religioso mencionó que, actuar como Dios actúa, implica asistir a las personas en necesidad. “Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: ‘Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.’ Entonces los justos preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” El Rey les contestará: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron” (Mateo 25:34-40, DHH). Claro está que en esta etapa de la pandemia conviene usar la creatividad sin el contacto directo para hacer este sueño de Jesucristo una realidad en el hoy.
Este es un buen momento para acentuar la conducta y la ética del Reino de Dios al responder como inicialmente hicieron los discípulos de Juan el Bautista y luego los seguidores de Jesús de Nazaret. “¿Entonces qué debemos hacer? —le preguntaba la gente. El que tiene dos camisas debe compartir con el que no tiene ninguna —les contestó Juan—, y el que tiene comida debe hacer lo mismo. Llegaron también unos recaudadores de impuestos para que los bautizara: Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros? —le preguntaron. No cobren más de lo debido —les respondió. Y nosotros, ¿qué debemos hacer? —le preguntaron unos soldados. No extorsionen a nadie ni hagan denuncias falsas; más bien confórmense con lo que les pagan” (Lucas 3:10-14, NVI).
Así entonces, una ética del reino que valore la solidaridad humana y la vida de hermandad protege contra las plagas sociales como la avaricia, la acumulación desenfrenada y la maximización de ganancias. Además, esta manera de ser iglesia -donde el centro no es un edificio, sino en la persona en necesidad-, ilustra lo que el Maestro Jesús de Nazaret le indicó a la mujer samaritana al decirle que el tiempo había llegado donde, para adorar a Dios, no era necesario una estructura, sino el estar dispuesto a atender al ser humano en sus necesidades básicas como el alimento, el vestido y el refugio, así como en sus menesteres integrales. “Jesús le dijo: Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre… Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es espíritu, y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad” (Juan 4:21, 23-24, LBLA).
Una teología centrada en la caridad, la justicia y la descolonización como la presentó Jesús de Nazaret nos recuerda que Dios en su bondad acompaña a la persona sana, y a la persona enferma, más allá de su fidelidad a los preceptos divinos. “Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20, NVI). La promesa de la compañía constante de Dios, en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, es muy reconfortante. La solidaridad de Dios con la humanidad en estos momentos de pandemias se hace más evidente a través de las buenas acciones de las personas que le representamos en este planeta. Es así, como hoy, una vez más, podemos ser los ojos, las manos y la presencia visible de Dios para toda persona con quien nos encontremos en el camino de la vida. “Les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33, NVI).
Psicología de las Pandemias
La pandemia Covid-19 es tal que puede alterar la estabilidad cognitiva, afectiva, social, conductual y espiritual del ser humano. Por un lado, el impacto de la enfermedad desafía los paradigmas o sistemas de creencias establecidos acerca de la condición humana, las relaciones y la vida en general. Las estrategias tradicionales de búsqueda de sentido y propósito existencial también pueden experimentar cambios en tanto la magnitud de esta enfermedad las reta y, en ocasiones, llega hasta el punto de rebasarlas. Es decir, lo que antes servía como un marco ideológico sensato para darle sentido a la vida, ahora frente a la incertidumbre de esta pandemia, se ve como ineficiente. Un problema que también se hace presente durante una pandemia es la sobre información, las noticias falsas, las transacciones fraudulentas, el engaño de panaceas naturales y las sobre abundancia de teorías conspiratorias y apocalípticas. Las personas profesionales del fraude pueden usar el terror, la intimidación religiosa y el estado de alarma como herramientas para llevar a cabo sus fechorías y crímenes.
Por otro lado, el abanico de emociones y sentimientos experimentando durante y después de enfrentar esta enfermedad pueden ir desde el miedo hasta la culpa. El miedo es una emoción que debe aparecer frente a una amenaza hacia la integridad de la vida humana. Así entonces, es muy saludable esta dosis de miedo en tanto equipa al ser humano para que tome las debidas precauciones y decida de manera sabia la mejor acción a seguir. Los seres humanos que enfrentan desafíos como la enfermedad Covid-19, tienden a hacer buen uso de las emociones primarias tales como la ira, el miedo, la ansiedad, la tristeza y la alegría, así como también regular de manera apropiada las secundarias como la culpa y la vergüenza.
Para el grupo minoritario de personas con trastornos mentales previo a la pandemia (cerca del 10 por ciento de la sociedad) pueden ser más desafiantes las implicaciones y secuelas que originan estas calamidades como el coronavirus-19, de manera que es necesario estar muy atento a las formas que en que este grupo afronta el impacto integral de la pandemia Covid-19. La realidad de esta pandemia puede exacerbar la sintomatología de enfermedades tales como la ansiedad, la depresión, el trastorno de estrés postraumático, los trastornos bipolares y las diferentes psicosis. Los pacientes con mayores desventajas pueden ser las personas discapacitadas y los adultos mayores que no pueden valerse por sí mismos. Además, hay que prestar el debido cuidado a las personas sobrevivientes, en tanto pueden experimentar culpa, como también atender a los dolientes que perdieron a sus amados debido a la pandemia. Este abordaje de facilitación del duelo se afecta aún más porque se tiene que recurrir a nuevas maneras de hacer los rituales de luto acostumbrados.
Los servicios psiquiátricos y psicológicos han de continuar durante y después de la pandemia. La manera más sabia de recibir estos servicios durante la primera fase de esta pandemia es por la vía electrónica, utilizando plataformas como Skype o Doxy.me, u otras que cumplan con los requisitos necesarios para mantener la confidencialidad y eficiencia de los servicios de salud mental. Conviene mantener en mente que la salud mental de los proveedores de salud puede ser alterada por la alta vulnerabilidad a ser infectado, la culpa que se puede generar frente a la penosa decisión de seleccionar a quién ofrecer servicios diagnósticos y tratamiento, así como también por la incomodidad que se suscita al crear mayor distancia entre clínico-paciente.
La dimensión social es una de las más afectadas por este tipo de pandemia infectocontagiosa, en tanto la medida más efectiva de prevención es el distanciamiento social y la cuarentena. Esto es cierto tanto para el paciente como para el personal de salud, quienes tendrían que estar separados de sus fuentes de apoyo social por lo menos dos o tres semanas. Este distanciamiento y la cuarentena no son medidas nuevas para manejar este tipo de enfermedades; ya en la Biblia Hebrea se registra que las personas contagiadas deberían mantenerse aisladas. “La persona que contraiga una infección se vestirá de harapos y no se peinará; con el rostro semicubierto irá gritando: “¡Impuro! ¡Impuro!”, y será impuro todo el tiempo que le dure la enfermedad. Es impuro, así que deberá vivir aislado y fuera del campamento” (Levíticos 13:45-46, NVI).
Aunque hoy las medidas de distanciamiento son menos drásticas, la incertidumbre y el estrés proveniente de este aislamiento desafían la paz interior y el bienestar general. Otra fuente alta de estrés lo representa la incertidumbre y el miedo a contagiar a las personas más cercanas o familiares, y, además del distanciamiento social y de cuarentena, otra preocupación es la barrera creada por el uso de equipos de protección individual (PPE), donde el toque humano ha de ser reducido a lo estrictamente necesario. Las personas y las familias en aislamiento o cuarentena son desafiadas a usar la creatividad para evitar el aburrimiento, fastidio y la extenuación social desde el leer, entretenerse con documentales y películas, hacer labores de jardinería, trabajar desde casa con su respectiva rutina, ocuparse con actividades artísticas para el hogar y mantener el contacto social con personas aliadas por medios electrónicos.
Conclusión
La salud mental tiene que ver con el bienestar cognitivo, afectivo, social, conductual y espiritual. Una pandemia como el coronavirus/COVID-19 tiene el poder para alterar de manera marcada cada una de estas dimensiones existenciales en el ser humano. Por lo general el ser humano, haciendo uso de recursos internos como sus fortalezas, la determinación de su carácter y la fe, y unido a los sistemas de apoyo social proveniente de amistades, familiares y demás personas aliadas, afronta estos desafíos epidémicos de manera sabia y adecuada. Sin embargo, por muy buenos que sean los mecanismos de afrontamiento que se utilicen, estas pandemias cambian de manera radical la vida de los seres humanos, las comunidades y las naciones en un antes y un después. Cada aspecto existencial va a ser sacudido hasta el punto de desafiar los paradigmas cognitivos, emocionales y sociales tal como se conocen hasta hoy.
Una fe que busca entender se moverá más allá de lo místico para considerar el aporte indispensable de la ciencia frente a esta pandemia. Una espiritualidad que se centre en entender y asistir la realidad del semejante junto al resto de la creación puede ofrecer el debido descanso, el sentido de quietud y la paz interior requeridas para poder avanzar como persona, comunidad y sociedad. Esta espiritualidad, desprovista de egoísmo, mezquindad y rivalidad, puede asistir a cada persona afectada, a los proveedores de salud, a los dirigentes políticos, a las fuerzas judiciales y a las organizaciones internacionales que se ocupan de la salud, en manejar con sabiduría este gran asalto a la salud integral de la humanidad.
La esperanza está centrada en el acompañamiento fiel del Creador, el espíritu de hermandad que se hace más evidente frente a estos desafíos, y la bondad exhibida por las personas afectadas por esta pandemia, así como también en el compromiso ético de los científicos y trabajadores de la salud. Las palabras del Profeta Isaías ciertamente son reconfortantes al recordarnos que Dios nos acompaña en este valle de incertidumbre y pesar. “No tengas miedo, pues yo estoy contigo; no temas, pues yo soy tu Dios. Yo te doy fuerzas, yo te ayudo, yo te sostengo con mi mano victoriosa” (Isaías 41:10, DHH). El canto escrito en forma de un acróstico siguiendo el alfabeto hebreo nos recuerda que Dios está muy de cerca de cada uno de nosotros. “El Señor está cerca de los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido” (Salmo 34:18, NVI).
Referencias
Joel O. Wertheim, Daniel K. W. Chu, Joseph S. M. Peiris, Sergei L. Kosakovsky Pond, Leo L. M. Poon (2013). A Case for the Ancient Origin of Coronaviruses. Journal of Virology, 87 (12) 7039-7045; DOI: 10.1128/JVI.03273-12