Satanás y la maldad
Esteban Montilla | 2 septiembre, 2015
Saludos deseándoles lo mejor para este día. Un día donde reflexionemos sobre satanás y la maldad en este mundo. El ser humano es capaz de vivir de la manera más noble posible al llevar una vida caracterizada por la caridad, la compasión, la justicia, la integridad, la humildad y la paz. Esta forma bondadosa de vivir se ha fortalecido a través de las edades al punto de llegar a ser hoy el modelo más común de convivencia humana. Sin embargo, el ser humano también es capaz de reproducir patrones de vida dominados por la crueldad, la injusticia, la corrupción, la arrogancia y la violencia. Satanás y los demonios representan esa cara del ser humano que decide odiar en vez de amar, violentar en vez de cuidar, hacer daño en vez de proteger, alienar en vez de incluir, debatir en vez de dialogar, acaparar en vez de compartir, oprimir en vez de liberar, asesinar en vez de fortalecer y hacer guerra en vez de construir la paz.
En la Biblia Hebrea o Antiguo Testamento se usa el verbo satan para hacer referencia a la acción de adversar y el sustantivo satan para señalar a alguien como enemigo o adversario. Este texto sagrado también usa cuatro veces el nombre propio Satanás o el Satan donde se presenta a un ser sobrehumano o ángel como adversario de una persona (Job 1:6-12; 2:1-7). En este contexto Satanás representa a un ángel o criatura de Dios que trabaja para Él cumpliendo funciones de fiscal o abogado acusador. Lo mismo se puede notar en el libro de Zacarias donde el ángel acusador (Satanás) quien estaba listo para cuestionar las calificaciones del sumo sacerdote llamado Josué quien recién había regresado del exilio (Zacarias 3:1-3) y la otra ocasión se encuentra donde Satanás (ángel acusador) persuade a David a que lleve a cabo un censo que más tarde el consideró como erróneo (1 Crónicas 21:1, 8). Es interesante que en otra referencia bíblica acerca de este evento se menciona que fue Dios mismo quien instigó a David para que llevara a cabo dicho censo (2 Samuel 24:1). Es así que en el Antiguo Testamento la figura de Satanás tiene que ver con un ángel de Dios que cumple una función de adversario en el sistema de justicia divino y en ninguna parte de este texto canónico se asocia a Satanás con la maldad.
A partir del año 200 a.C. el imperio seléucida (heleno-griego), quien controlaba una región bastante amplia incluyendo a Palestina-Israel, se desestabilizó, en gran parte debido a la guerra civil y la lucha de poderes entre familiares. En palestina gracias a la acción de los macabeos se logró la independencia religiosa y política de este imperio griego. Sin embargo, en la ausencia de un enemigo con quien pelear el espíritu guerrero se transfirió a lo interno en tanto se atacaban entre los partidos religiosos judíos. Las acusaciones incluían casos de corrupción, explotación religiosa, desvalorización del judaísmo, secularismo y falta de pasión por la fe hebrea. Los conflictos entre saduceos, fariseos y otros grupos judíos minoritarios cada vez se recrudecieron más preparando así el ambiente ideal para el surgimiento de posturas religiosas apocalípticas. Este enfoque señalaba que había una guerra cósmica entre el bien y el mal, que había una clara diferenciación de los hijos de la luz (judíos que siguen la Torá al pie de la letra) y los hijos de la oscuridad (judíos percibidos como menos piadosos). En ese contexto fue cuando se comenzó a usar la figura de Satanás como un ángel que se rebeló contra Dios dando origen así a una guerra cósmica que se inició en los lugares celestiales pero que ésta se había trasladado al planeta Tierra porque Satanás y sus seguidores habían sido desterrados a este lugar (Libro de la Vida de Adán y Eva, c. 150 a.C.). Los seres humanos ahora eran parte de esa guerra y necesitaban decidir de qué bando estaban; del bien con Dios o del mal con Satanás.
Es así que los grupos judíos minoritarios y disidentes del sistema de poder dominante por allí cerca del 165 a.C. presentaron a Satanás no como un fiscal de Dios sino como un ser malevolente quien después de un fallido intento de golpe de estado se convirtió en enemigo de Dios. Esto se puede ver en los libros escritos entre 200 y 100 a. C. tales como el Libro de Enoc, el Libro de Adán y Eva, el Libro de los Jubileos y el Libro la Ascensión de Moisés. Estos libros sugieren que después de la batalla entre Satanás y Miguel donde este último salió triunfante los ángeles (144 mil) que se habían unidos al príncipe de la maldad también fueron condenados juntos con él a vivir en este planeta. Estos escritos religiosos además mencionan que Satanás se ocupa de tentar a las personas para que se desvíen del camino del bien, de coaccionar a los religiosos para que no le presten atención al plan salvífico de Dios y de promocionar un modelo de vivir distinto al mostrado por Dios. Entonces a los dirigentes judíos que no eran tan piadosos se les acusaban de ser hijos y seguidores de Satanás y estos acusaban al otro bando de ser peores en tanto era hijos del Príncipe de la Oscuridad. Este aspecto de satanizar a los miembros de otro grupo religioso judío llegó a ser tan habitual que dominaba las conversaciones de día a día. Era común escuchar la idea de que así como Satanás, quien era un ángel muy especial y cercano a Dios, se había revelado contra Él así también la traición y la mayor amenaza para la fe judía provenía de las mismas filas de aquellos que pretendían ser fiel a Dios.
Es también a partir de ese momento que se comienza a buscar textos como el de Isaías 14:2-23 donde se relata la arrogancia de un rey de Babilonia que en vida se caracterizó por oprimir y pisotear a los pueblos. Ahora después de muerto la tierra estaba tranquila. Este rey quien se creía tan grande como Dios ahora simplemente dormía entre los gusanos. Se había caído de esa nube a la cual se había subido. Aquel rey que se creía la estrella de la mañana ahora se había apagado y vivía en el sepulcro. Los grupos judíos disidentes convirtieron esta sátira, que se comentaba para burlarse de este soberbio rey de Babilonia, en un símbolo de Satanás. Es interesante que en el cristianismo a partir del año 1200 después de Cristo un poeta cristiano haciendo uso de su creatividad propuso la idea de que hubo un Arcángel llamado Lucifer haciendo referencia a este texto de Isaías donde se dice que el rey era como el lucero de la mañana. Esta era una expresión poética muy común entre los escritores judíos para indicar importancia y grandeza la cual usaron para referirse a una palabra segura o a un personaje importante como el mismo Jesucristo (2 Pedro 1:19; Apocalipsis 2:28; 22:16). A partir de allí y sin cuestionar se comenzó a manejar la idea entre los cristianos de que tal arcángel existió aun cuando fue una creación literaria. No existe en la Biblia Hebrea, ni en otros libros sagrados de los judíos, ni tampoco en el Nuevo Testamento mención a un arcángel llamado Lucifer.
El texto de Ezequiel 28:11-19 también se usó por los judíos religiosos quienes tenían una perspectiva de guerra cósmica entre el bien y el mal para hacer referencia a este archienemigo de Dios. Sin embargo, este texto simplemente hace referencia a un rey de Tiro quien según Dios había llegado a ser un modelo de perfección por la manera como aplicaba la sabiduría y la justicia. Este rey era como un querubín protector, alguien muy cerca de Dios y con una conducta irreprochable. Pero luego se convirtió en un tirano, corrupto, violento, arrogante y blasfemo. Por eso este rey al final terminó reducido a cenizas y sin posibilidad de volver a vivir. Es una hermenéutica o interpretación muy atrevida el pasar del señalamiento a este ser humano que fungía como rey de Tiro a la figura de Satanás. Es probable que los que sugirieron esa lectura echaron mano de este lenguaje de guerra y enfrentamiento ilustrado en la soberbia y crueldad del rey de Tiro para representar al Príncipe de la Maldad.
Jesús de Nazaret y sus seguidores adoptaron la postura apocalíptica de ver a Satanás como un ser malevolente dedicado a contrarrestar las fuerzas del bien. En los escritos evangélicos o Nuevo Testamento Satanás es presentado como el diablo (Mateo 25:41; Marcos 4:15; Juan 8:44; Hechos 10:38), Satanás (Marcos 1:13; Lucas 10:18; Hechos 26:18), dios de este mundo (2 Corintios 4:4), príncipe de este mundo (Juan 12:31; 14:30), gobernante de las tinieblas y de las fuerzas invisibles del mal (Efesios 2:2), el maligno (Efesios 6:16; 1 Juan 3:12), gran dragón y serpiente antigua (Apocalipsis 12:9; 20:2). Este ser sobrehumano o angelical entonces está empeñado en apartar a los creyentes cristianos de su fe en Dios, en que dejen a un lado el dominio propio (1 Corintios 7:5; 1 Pedro 5:8) e intimidándolos para que no practiquen la hospitalidad (1 Tesalonicenses 2:18).
La buena noticia en referencia a la maldad tipificada en el concepto de Satanás tal como la crueldad, la exclusión, la opresión, la corrupción y la explotación es que la misma puede tener su fin cuando el ser humano decide unir esfuerzos a Dios y así comienza actuar movido por la caridad, la justicia y la humildad. A los cristianos se les ha dado el poder para sobreponerse y vivir por encima de los designios del mal (Lucas 10:18; Apocalipsis 12:9-17). Si, hoy podemos decidir llevar un modelo de existencia sin vestigio de maldad, vivir seguros de que bajo la dirección de nuestro Creador tendremos paz y de que si es posible escoger vivir con nobleza y rectitud (Romanos 16:20; Colosenses 3:12-15; ). “Su divino poder, al darnos el conocimiento de aquel que nos llamó por su propia gloria y potencia, nos ha concedido todas las cosas que necesitamos para vivir como Dios manda” (2 Pedro 1:3).